La filosofía latinoamericana se caracterizó por su
subordinación a intereses religiosos y políticos y por su profundo significado
social, sin embargo, lejos está el día en que todos tengan igualdad de
oportunidades y desarrollo personal.
Es
difícil para los pensadores latinoamericanos independizarse tanto de la
influencia colonial como del pasado indígena y emerger con un pensamiento propio
fruto de una identidad firme y auténtica.
La filosofía latinoamericana necesita descubrir su verdadero
Ser, sin dejar de lado su historia ni sus antepasados, porque sería como
renegar de los propios padres, teniendo en cuenta especialmente su realidad cotidiana,
su ambiente natural, la aceptación del potencial humano y sus condiciones y la
elaboración de un proyecto participativo auténtico.
Ninguna filosofía surgió de la nada, todas emergieron como
una continuidad o por oposición a notables pensamientos anteriores; sin
embargo, lograron notoriedad por el aporte que significaron o por la crítica
oportuna que daba lugar a nuevos modos de pensar.
Los griegos elaboraron su filosofía a partir de situaciones
políticas oscuras e influenciados por la mitología de antiguas culturas. Su
trabajo era un intento de comprender la realidad en que vivían y la búsqueda de
formas ideales de organización social, metas que la humanidad todavía no ha
alcanzado.
La población nativa latinoamericana fue diezmada y despojada
de su c
ultura, aunque todavía permanecen vivos antiguos vestigios de sus
antiguas tradiciones mezcladas con las creencias religiosas de sus invasores y
arcaicos rituales africanos de la población esclava.
Pero la población colonizadora e inmigrante también forma
parte de latinoamérica, con su bagage de tradiciones, religiones y culturas
diferentes.
Los latinoamericanos para tener una identidad propia tienen
que hacerse las mismas preguntas que se tiene que hacer un adolescente cuando
deja atrás la infancia: ¿quién soy, dónde estoy y hacia dónde voy?; porque el
comportamiento del hombre latinoamericano expresa la ambivalencia de su propio
pasado y la ambigüedad de su cultura.
Con respecto al resto del mundo se siente marginado, como
todo el que no tiene muy claros sus orígenes pero que desea desesperadamente
pertenecer a un grupo.
Esa necesidad de Ser lo que Es, lo lleva a adoptar modos de
ser de otras culturas, con un origen, un pasado y una historia diferente.
El hombre latinoamericano, como un adolescente, quiere
parecerse para poder diferenciarse.
El mundo latinoamericano se caracteriza por las riquezas de
sus tierras y por la pobreza del hombre. La abundancia que falsamente nos
enorgullece, no exige ningún esfuerzo, se puede obtener el sustento casi sin
estirar la mano y también muchos se pueden morir de hambre.
Sin saberlo vivimos en un paraíso que puede transformarse en
un infierno y que permanece en buena parte sin explorar; a la espera que el
hombre nuevo se ponga en marcha y se atreva a ser adulto y dueño de su destino;
porque los problemas son más sociales y morales que económicos.
Dejemos atrás la adolescencia y seamos adultos
comprometiéndonos con un proyecto que permita a todos acceder a la educación,
para terminar de una vez por todas con los excluidos de siempre, que son los
que todavía tienen que luchar para hacerse un lugar.
Latinoamérica necesita unirse en una sola forma de pensar
que permita al hombre desarrollarse en plenitud y vivir en paz.
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